jueves, 30 de julio de 2009

Hogar, triste, hogar

Imaginemos un país. Un país catalogado como el más inseguro de todo un hemisferio, y como uno de los más inseguros del mundo, y en donde el Fiscal General esté ocupado en pensar, redactar y exponer una Ley contra delitos mediáticos. Un país al que le faltan más de dos millones de hogares, en donde las calles, avenidas, autopistas y carreteras no están en buen estado, en el que el Ministro de Obras Públicas y Viviendas esté día y noche acechando a los dueños de televisoras y emisoras de radio.

Pensemos en esa nación, esa nación insegura, que tiene una frontera de alto riesgo, en la que los militares pasan semanas tomando pequeños ambulatorios de salud, sedes policiales y preescolares. Esa nación, en donde mueren al año centenares de presos en las cárceles, y en donde los encargados de los reos piensan que formar una orquesta es la solución plena a tal conflicto.

Ese país, en donde el canal oficial detiene entrevistas con funcionarios de altos cargos y deja de lado un debate en el Parlamento, para ver el turno al bate del Jefe del Estado en un partido amistoso de softball.

Qué triste que ese país bizarro sea este país, mi país, nuestro único país. Venezuela.

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