miércoles, 16 de noviembre de 2011

Cuatro caminos y una calle ciega

El debate de los precandidatos presidenciales de la Mesa de la Unidad Democrática dejó buen sabor de boca a gran parte de la población venezolana. En un mismo espacio y ante los medios de comunicación, cinco líderes políticos pudieron expresar ideas, planes y visiones sobre el futuro próximo del país, sin la necesidad de insultarse o desacreditarse unos con otros.

Si bien la interacción entre ellos fue mínima, la audiencia pudo apreciar un país diferente al que ahora tenemos. Pudo observar a personas con opción de dirigir los destinos de Venezuela, hablar sobre los problemas que interesan a la población, en discursos poco ideologizados, con cierta concreción y sin esquivar la dura realidad.

Ahora bien, a pesar del buen desempeño de María Corina Machado o del desgano con el que noté a Leopoldo López (para mi extrañeza), lo que más me sorprendió del Debate14N llegó sobre el final, y luego de él.

A Diego Arria le tocó presidir el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, dirigir sesiones de este poderosísimo organismo, enfrentarse con líderes mundiales y situaciones de guerra. Aun así, desde poco después del inicio del Debate lo noté perdido, con poquísimas propuestas, diciendo algo que todos sabemos: el país está mal y estará mal tras la salida de Chávez y hay que arreglarlo, sin apenas dar detalles del cómo arreglarlo.

Su cierre, y podría decirse su único plan para esa noche, nos devolvió a los momentos más oscuros del mundo opositor en estos casi 13 años. Arria no le habló al país, le habló a una sola persona. Arria no dio un mensaje de esperanza, dio un mensaje de retaliación. Arria hizo lo que más se le critica a la oposición (desde la propia oposición, desde el chavismo o desde el sector "ni-ni"): dejar en el ambiente la idea de que su prioridad es atacar a Chávez y no proponer una Venezuela después de Chávez, unir a sus seguidores "en contra de" y no "a favor de". Arria, por unos segundos, nos devolvió a la Plaza Altamira, al fraude, a los insultos en los medios, y a la búsqueda de atajos que han atornillado a Chávez en el poder, y de los que tanto ha sufrido la oposición para apartarse.

Por supuesto que más lamentable aún que el intento de un gran diplomático por darse a conocer en la carrera presidencial, fue la ovación recibida (en un salón repleto de jóvenes) por Arria tras proferir la amenaza de llevar a Chávez a La Haya.

El Movimiento Estudiantil, pionero en el cambio de visión que ha tenido el país sobre la oposición, y promotor de esta genial iniciativa de Debate, contribuyó a aupar al diplomático (asumiendo que en el Aula Magna de la UCAB había gran cantidad de universitarios) y colocarlo en el centro de la Opinión Pública generada tras el evento del 14 de noviembre.

A estas alturas y con tanto camino transitado, la amplísima mayoría de la oposición debe seguir promoviendo la tolerancia, el discurso amplio y las visiones sobre un mejor país que han venido divulgando Pablo Pérez, María Corina Machado, Henrique Capriles, Leopoldo López, y tantos otros dirigentes y partidos políticos desde que la cordura tomó el volante del liderazgo opositor, y debe aislar los radicalismos que sólo buscan llamar la atención, porque bien sabe Diego Arria que el camino a La Haya es, la mayoría de las veces, una calle ciega.

domingo, 16 de octubre de 2011

Los caminos de los Indignados



Cientos de miles de personas toman las calles de diversas ciudades de España. No es un movimiento nuevo, ni una situación extraña en este 2011. El llamado movimiento 15M (por 15 de Mayo, fecha de su primera gran demostración) permanece con vida y con fuerza cinco meses después de su aparición.

Tal ha sido el impacto de los “Indignados” que este sábado pudieron integrar manifestaciones a nivel mundial, en protesta por la situación económica y política actual.

A los manifestantes les sobran fuerzas, les sobran motivos, les sobran ideas. Incluso les sobran propuestas (a pesar de lo que muchos líderes han querido hacer creer lo contrario), y curiosamente éste parece ser su principal obstáculo.

Con una movilización tan poderosa y unas elecciones a la vuelta de la esquina, la clase política de cualquier país podría sentirse amenazada ante el surgimiento de esta “fuerza popular”, pero no es el caso de España y sus Indignados. El domingo los periódicos titulan tanto a la numerosa protesta, como a las más recientes encuestas de los comicios del próximo 20 de noviembre: el bipartidismo sumará 75% de los votos, y el conservador Partido Popular apunta a conseguir una victoria histórica.

Y es que quienes se movilizaron el sábado en todo el planeta tienen un objetivo: cambiar el mundo, nada menos. En Madrid muchos gritan por el fin de la monarquía, otros por el enjuiciamiento de los banqueros, la globalización de los Derechos Humanos, el fin de la Unión Europea. Envían mensajes a sus políticos: “le llaman democracia y no lo es”, “PSOE, PP, la misma mierda es”, “no nos representan”.

Al final quieren una “democracia real”, la cual luce tan compleja como el final de la noche en Puerta del Sol (epicentro de la manifestación): unos pocos miles que aún permanecen no pueden decidirse entre acampar en la plaza, ir a la sede de una televisora local, debatir en los pasillos de la principal universidad de la ciudad o rodear el Congreso de los Diputados.

Los Indignados no se sienten representados, pero de momento parece que tampoco quieren estar representados. La abstención es una de las consignas más gritadas, y por lo que dicen las encuestas, será una de las propuestas más tomadas en cuenta por quienes hoy se sienten molestos.

Jóvenes, adultos y ancianos pasan horas debatiendo importantes temas del acontecer nacional e internacional, lucen informados de política, economía y diplomacia pero no quieren tener voceros, ni caras conocidas. Quieren una democracia que al día de hoy no existe (y que a ellos mismos les cuesta ejecutar), y su meta de “cambiar al mundo” no tiene todavía los pies con los cuales establecerse.

A pesar de esta calle ciega, pecarían (y ya pecan) los dirigentes políticos y económicos españoles, europeos y mundiales que no presten atención a estas movilizaciones. Que la meta luzca borrosa cinco meses después del surgimiento de un movimiento multitudinario no implica que sus quejas vayan a desaparecer, mucho menos con el nivel de preparación que buena parte de los Indignados pareciera tener.

Si bien sobran las banderas republicanas, las camisas del Che Guevara y las pintas hippies, los 15M, Democracia Real Ya, Indignados, Occupy Wall Street y demás, no son un grupo de desadaptados en mal camino. Son las expresiones de miles de personas que simplemente no se sienten bien con el presente, y no vislumbran ningún futuro. Saben el qué, sólo que de momento no saben el cómo.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Un año de vuelta a la institución

Ya pasó un año del día en que por primera vez en mucho tiempo, y aunque no lo quisieran, los dos grandes bandos del país se vieron cara a cara y no pudieron quitarse del camino. Más allá de pataleos, insultos e intentos de desconocimientos verbales, el 26 de septiembre se demostraron varias cosas. Que la oposición en Venezuela tiene un peso enorme y específico (más del 50% en votos y más de 40% en la Asamblea) y que el chavismo, por más recursos que derroche y amedrentamiento que lance es derrotable en una elección nacional.

También demostró que el chavismo sigue siendo un contendor importantísimo y que cientos de miles de venezolanos aprueban los consejos de Chávez, aun cuando éstos no gusten.

También confirmamos que los resultados pueden ser creíbles, que la expansión de testigos por todo el país puede dar certeza a una paridad muy amplia, pero que aun así el CNE es un triste organismo parcializado que intenta suavizarle las malas noticias a su jefe de facto.

El 26 de septiembre de 2010 la oposición volvió al sitio que le corresponde, y del que nunca debió salir. El Parlamento es por excelencia el sitio donde gobierno y oposición (en cualquier parte del mundo y en cualquier época) se encuentran, se critican, se dicen verdades, se acusan mentiras, y también se ponen de acuerdo para sacar a un país adelante.

Lamentablemente este último punto se ha dado muy poco en la actual Asamblea Nacional, pero el sólo hecho de sentar entre cuatro paredes a decenas de oficialistas y opositores de alto calibre, tanto en comisiones como en plenaria, ha resultado un importante paso para la institucionalidad de Venezuela.

Más allá de las críticas que se le pueden hacer al chavismo en su manejo del Poder Legislativo (que son innumerable), desde este lado celebramos que la oposición haya consolidado su papel de contrapeso en el país, de que tengamos caras y voces que representen a los que pensamos distinto al oficialismo, y de que haya discursos para todos los gustos en el Hemiciclo. Aun sin lograr mayor éxito, la oposición ha podido poner en la palestra política (y no sólo mediática como hizo entre 2004-2010) temas de verdadero interés, que el chavismo siempre buscó desechar o esconder, algo que todavía logra con mediano éxito.

El gran virus de estos 365 días es que, a falta de tres meses para que los diputados cumplan su primer año en su nuevo cargo público, ya estén (y desde hace rato) pensando en un cargo público distinto, y centrando en buena medida sus esfuerzos en ello. No es fácil hacer dos trabajos a la vez y resulta casi imposible hacer dos cosas bien al mismo tiempo, por lo que el exceso de candidaturas entre los diputados ha afectado a la oposición.

Puntos a resaltar: diversos diputados que han aprovechado sus discursos o que han intentado enfocarse en temas específicos para sacarle provecho a su paso por el Parlamento. Juan Carlos Caldera, Miguel Ángel Rodríguez, Julio Montoya, Alfonso Marquina, Eduardo Gómez Sigala. Para rescatar también el "surgimiento" de Miguel Pizarro, joven que sin tanta bulla mediática previa a su elección, se ha consagrado como el mejor orador de la nueva generación, con papel preponderante en el tema de la Ley del Deporte.