domingo, 16 de octubre de 2011

Los caminos de los Indignados



Cientos de miles de personas toman las calles de diversas ciudades de España. No es un movimiento nuevo, ni una situación extraña en este 2011. El llamado movimiento 15M (por 15 de Mayo, fecha de su primera gran demostración) permanece con vida y con fuerza cinco meses después de su aparición.

Tal ha sido el impacto de los “Indignados” que este sábado pudieron integrar manifestaciones a nivel mundial, en protesta por la situación económica y política actual.

A los manifestantes les sobran fuerzas, les sobran motivos, les sobran ideas. Incluso les sobran propuestas (a pesar de lo que muchos líderes han querido hacer creer lo contrario), y curiosamente éste parece ser su principal obstáculo.

Con una movilización tan poderosa y unas elecciones a la vuelta de la esquina, la clase política de cualquier país podría sentirse amenazada ante el surgimiento de esta “fuerza popular”, pero no es el caso de España y sus Indignados. El domingo los periódicos titulan tanto a la numerosa protesta, como a las más recientes encuestas de los comicios del próximo 20 de noviembre: el bipartidismo sumará 75% de los votos, y el conservador Partido Popular apunta a conseguir una victoria histórica.

Y es que quienes se movilizaron el sábado en todo el planeta tienen un objetivo: cambiar el mundo, nada menos. En Madrid muchos gritan por el fin de la monarquía, otros por el enjuiciamiento de los banqueros, la globalización de los Derechos Humanos, el fin de la Unión Europea. Envían mensajes a sus políticos: “le llaman democracia y no lo es”, “PSOE, PP, la misma mierda es”, “no nos representan”.

Al final quieren una “democracia real”, la cual luce tan compleja como el final de la noche en Puerta del Sol (epicentro de la manifestación): unos pocos miles que aún permanecen no pueden decidirse entre acampar en la plaza, ir a la sede de una televisora local, debatir en los pasillos de la principal universidad de la ciudad o rodear el Congreso de los Diputados.

Los Indignados no se sienten representados, pero de momento parece que tampoco quieren estar representados. La abstención es una de las consignas más gritadas, y por lo que dicen las encuestas, será una de las propuestas más tomadas en cuenta por quienes hoy se sienten molestos.

Jóvenes, adultos y ancianos pasan horas debatiendo importantes temas del acontecer nacional e internacional, lucen informados de política, economía y diplomacia pero no quieren tener voceros, ni caras conocidas. Quieren una democracia que al día de hoy no existe (y que a ellos mismos les cuesta ejecutar), y su meta de “cambiar al mundo” no tiene todavía los pies con los cuales establecerse.

A pesar de esta calle ciega, pecarían (y ya pecan) los dirigentes políticos y económicos españoles, europeos y mundiales que no presten atención a estas movilizaciones. Que la meta luzca borrosa cinco meses después del surgimiento de un movimiento multitudinario no implica que sus quejas vayan a desaparecer, mucho menos con el nivel de preparación que buena parte de los Indignados pareciera tener.

Si bien sobran las banderas republicanas, las camisas del Che Guevara y las pintas hippies, los 15M, Democracia Real Ya, Indignados, Occupy Wall Street y demás, no son un grupo de desadaptados en mal camino. Son las expresiones de miles de personas que simplemente no se sienten bien con el presente, y no vislumbran ningún futuro. Saben el qué, sólo que de momento no saben el cómo.