jueves, 20 de diciembre de 2012

El “síndrome de Turgua”: la abstención no es una respuesta en sí misma



Turgua es una pequeña población en el municipio El Hatillo, al sureste de la Gran Caracas. En los últimos meses ha ocupado espacios en la prensa nacional debido a los derrumbes que han trancado sus vías de comunicación. Turgua es, al igual que la mayor parte de las zonas rurales y de bajos recursos del resto del país, determinantemente chavista, con respaldos al presidente y su partido que rondan el 70%.

Ahora bien, en un municipio tan claramente anti-chavista, la abstención es un factor clave en esta población. Cada vez que la elección es nacional (ya sea presidencial o referéndum), la movilización en Turgua es amplia y la abstención se ubica en el promedio nacional. Sin embargo, cuando la elección es regional, municipal o parlamentaria, la abstención se dispara a niveles superiores que el resto del país, del estado Miranda o del municipio El Hatillo.

Sin haber hecho encuestas en la zona para comprobar tal teoría, mi suposición es que los ciudadanos de Turgua se ven desmotivados a ir a votar en los comicios en los que sienten que serán derrotados. Mientras más cercano es el representante a elegir, más peso tiene el voto global de El Hatillo y, por ende, más opciones tiene de ser electo por la clara mayoría opositora, desincentivando pues el voto chavista de esta región mirandina.

Algo así ocurrió el pasado domingo 16 de diciembre en las elecciones regionales. El porcentaje de abstención nacional (47,88%) se ve inflado por casos particulares donde la ausencia fue excesiva. Lo mismo ocurre si nos centramos en el voto opositor, el cual, si comparamos con el 7 de octubre, disminuyó en 2.136.005, es decir, una “abstención opositora” (sobre ese supuesto techo alcanzado hace dos meses) de 35,80%.

Pero el domingo no hubo una elección nacional, por tanto el análisis que muchos hacían esa misma noche es apresurado. La abstención como tal, sola y sin más, no es una respuesta al mal resultado del domingo. En todo caso debería ser la primera parte de una pregunta. ¿Por qué tanta abstención y por qué en ciertos estados? ¿Cómo logró Liborio Guarulla movilizar más votos por sí mismo que Capriles en la elección presidencial? ¿Cómo voltearon Henri Falcón y Capriles las tendencias en sus estados y cómo permitieron Pérez Vivas y Lester Rodríguez que les voltearon las cifras a ellos? Aquí algunos detalles.

La percepción y el candidato sí son importantes


Amazonas es el único estado en donde la oposición, en términos absolutos, aumentó su votación del 7O al 16D. Subió de 33.107 a 34.597, y el único en donde la abstención del domingo fue inferior a la de la elección regional de 2008. ¿Ocurre esto porque los amazonenses entendieron la trascendencia de esta elección, la implicación de las comunas, el futuro del chavismo sin Chávez y la vida misma de la oposición, a diferencia de sus vecinos apureños que se abstuvieron un 50%? No.

En Amazonas existe un liderazgo fuerte y popular, un dirigente que ha sabido crear una maquinaria y una simpatía entre sus ciudadanos, y los moviliza con impresionante efectividad. En Apure, en cambio, hay mucho del “síndrome de Turgua”. Más allá de algunas consideraciones que se puedan hacer sobre el propio candidato, la abstención opositora, con relación al 7O, fue de 57,97%, mientras el chavismo se movilizó de manera importante (mantuvo 75% de su voto). Los apureños opositores perciben que van a perder, que la diferencia entre ambos bloques es demasiada y pierden el incentivo de ir a votar, más aún tras sólo dos meses de una dolorosa derrota presidencial.

Lo mismo ocurrió en otros estados notablemente rojos: Delta Amacuro (69,02% de abstención opositora), Guárico (62,97%), Portuguesa (61,04%), y Trujillo (72,34%). La presunción de derrota, sumada a probables carencias del candidato (algo que debe analizarse más en profundidad) conllevaron a derrotas por paliza. Caso aparte es el de Vargas, en donde si bien el chavismo es dominante, el desplome opositor tuvo proporción histórica.

¿Por qué un candidato no puede ‘esconderse’ simplemente hablando de abstención? Porque los buenos candidatos motivan y movilizan. A pesar de buscar el triunfo en territorio rojo, Julio César Reyes en Barinas y Alberto Galindez en Cojedes mejoraron los índices opositores del 7O y movilizaron un mayor porcentaje de votantes que el chavismo. Algo similar ocurrió en Monagas si se suman los respaldos del “Gato” Briceño y Soraya Hernández, y en Aragua, donde es de resaltar que la movilización opositora fue hasta 10 puntos porcentuales mejor que la del chavismo.

¿Por qué ganan Capriles y Falcón y se pierde en Mérida, Táchira, Zulia, Carabobo o Nueva Esparta? Cada caso merecería una consideración especial, pero es claro que en Miranda y Lara el elector común se ve motivado a votar por alguien a quien ven como un líder. En ambos estados menos de un cuarto del voto opositor se abstuvo, algo que hace pensar que algunos votos de Chávez el 7O fueron a parar a la tarjeta de Capriles o Falcón el 16D. Lo mismo, pero en la otra dirección, pasó en Mérida y Táchira. Los liderazgos opositores no motivaron al votante, y el respaldo a Capriles hace dos meses no se transformó en un respaldo este domingo, con muy posible cruce de votos.

Vielma Mora fue una selección inteligente en las filas del PSUV, ya que siempre ha generado atracción en sectores de oposición, quienes le dieron la espalda a César Pérez Vivas. En Mérida la “abstención opositora” fue de 51,52% y seguro que no todos se fueron anticipadamente de vacaciones navideñas. Desde los Andes llegan muchas críticas sobre una floja campaña de Lester Rodríguez, quien según dicen se confió en el resultado del 7O y las candidaturas divididas del chavismo. Esto sumado a la desaprobación que tiene como alcalde de la capital merideña.

En Zulia hubo un esfuerzo por mantener la gobernación. Es de hecho el segundo estado con menor desmovilización del voto opositor (17,02%), pero la cuesta a remontar con relación a la elección presidencial era demasiado amplia (El chavismo también se movilizó notablemente por Arias Cárdenas, tan sólo 21,92% de abstención). En Carabobo en cambio hubo desmotivación de ambos sectores, lo que indica un claro cansancio en el liderazgo ininterrumpido de los Salas en la oposición. 40,49% de los votantes de Capriles el 7O no respaldaron al “Pollo”, algo que se acentuó en Valencia en donde la oposición no alcanzó 50% por primera vez desde 2006.

En definitiva, la abstención siempre es un factor a tomar en cuenta pero no es una respuesta en sí misma. Si se da en un porcentaje anormal debe revisarse por qué. En 2007 la abstención favoreció a la oposición en el triunfo de la Reforma Constitucional, porque buena parte del chavismo no estaba de acuerdo con cambios tan pronunciados en la Carta Magna, no porque les haya dado flojera ir a votar. Obviamente la fecha de esta elección conllevó al ausentismo de algunas personas que ya estaban de vacaciones, y que se celebraran tan sólo dos meses después de la presidencial implicaba un posible luto del perdedor. Pero entendamos que en aquel momento se ganaron 2 de 23 estados, y en esta ocasión se obtuvieron 3, de mucho mayor peso electoral, político y mediático.

Debe quedar claro que la gente no es opositora o chavista sin más, y que en ambos bandos el votante necesita algo (o alguien) que lo motive a movilizarse evento, tras evento, tras evento.

@JDeBastos

jueves, 13 de diciembre de 2012

Las opciones opositoras del 16D


El sistema político venezolano no es ni parlamentario ni proporcional. Esto lleva a que un grupo político con poco más de la mitad de los respaldos pueda tener un control absoluto del Estado. La oposición, que suele superar 40% de los votos, puede quedar reducida hasta las mínimas expresiones, generándose una imagen falsa de lo que es el país: una sociedad polarizada, partida en dos grandes bloques, uno mayor al otro pero no de forma hegemónica.

En este contexto (y lo hemos notado claramente desde 2008) son los gobiernos descentralizados los “encargados” de mostrar la división del poder, la proporcionalidad de la sociedad venezolana, para crear una red de seguridad de la democracia a través de figuras con legitimidad electoral que contrarresten al poder nacional.

Esta red gana más peso ahora, apenas dos meses después de la revalidación de ese poder nacional que buscar ser aplastante. La oposición venezolana debe convencer a los votantes de que no hay tiempo para lamentos o teorías de conspiración: deben salir a votar una y otra vez, convenciéndose de que hay finales felices y de que cada elección es fundamental y su resultado tiene consecuencias inmediatas en la vida diaria.

Este no es un objetivo nada sencillo, sobre todo luego de tantas elecciones y un 7O que dejó una dura derrota a la oposición y que, si se calca el 16D, dejaría apenas dos gobernaciones a la alternativa al chavismo.

Sin embargo, ese resultado parece haber dicho también otras cosas: comparado con la historia electoral reciente, denota que muchos electores son capaces de cruzar su voto, y de apoyar a Chávez para presidente pero a opositores como gobernadores o alcaldes. Demuestra que hay dirigentes con peso propio y que, hasta en el escenario más difícil, la oposición está creciendo.

Más valen tres gallos que un pollo

A partir de ahí se trazan los nuevos objetivos y escenarios: la oposición puede salir fortalecida de las elecciones regionales (aunque parezca mentira); la oposición puede quedar en una posición similar a la que ha tenido desde 2008; la oposición puede quedar peligrosamente reducida y dejarle al chavismo una vía libre para la implementación de sus políticas más radicales.

Hay 4 gobernaciones con altísima importancia que reúnen características particulares: alta población, resonancia mediática, interés político y simbolismo: Zulia, Miranda, Carabobo y Lara. Al día de hoy las 4 tienen gobernadores de la Mesa de la Unidad, aunque sólo 3 de ellos fueron electos en tal condición (Henri Falcón se separó del PSUV en 2010).

La oposición sabe que sus esperanzas postelectorales pasan por ellas 4. Hace dos meses, se perdieron esos estados aunque en circunstancias muy distintas. Sin Chávez en el tarjetón, todo hace pensar que Miranda y Lara quedarán con Capriles y Falcón al mando, mientras que la historia electoral, y las encuestas, hacen pensar que Zulia podría seguir con Un Nuevo Tiempo en el gobierno.

La situación en Carabobo es distinta. El estado dominado por Proyecto Venezuela está en seria amenaza de caer en manos de Ameliach y el PSUV. La verdad es que, aunque suele entrar en los ‘estados opositores’, la alternativa a Chávez sólo obtuvo ahí una victoria convincente en las parlamentarias de 2010 (100 mil votos de ventaja). En las demás ha dominado el chavismo, que incluso habría ganado la gobernación hace 4 años, de no ser por la división entre Mario Silva y Acosta Carlez. El poder y la relevancia de la familia Salas están en juego.

La batalla de oriente y la ventaja andina

En Táchira y Mérida la oposición debería llevarse el triunfo si la participación es medianamente normal. Ambos estados andinos han ido consolidando sus posturas opositoras y fueron los únicos en donde Capriles logró mayoría en la elección presidencial. A pesar de la división en Táchira y las críticas a Lester Rodríguez por su labor en la alcaldía de Mérida, la MUD debe imponerse. (William Méndez tiene poco respaldo y el chavismo tiene una importante división en Mérida).

Ya aquí la oposición podría salir con una sonrisa. Si se mantienen los estados claves de Zulia, Miranda y Lara, con tres líderes de proyección nacional, y a ellas se le añaden el dominio en Táchira y la conquista definitiva de Mérida (gobernado por el chavismo desde 2000), la MUD salvaría los papeles, repitiendo el mismo número de gobernaciones de 2008 y la relevancia de varios de sus principales líderes.

Un cambio más significativo se podría dar en el oriente del país. Habitualmente dominado por el chavismo, la situación es hoy bastante pareja y la oposición llega con opción en todos los estados (excepto Delta Amacuro).

Anzoátegui tiene varios procesos coqueteando con la oposición y podría darle el triunfo a Barreto Sira. Enfrente, sacar a Tarek William Saab de la contienda fue una movida inteligente de Chávez, aunque ya se verá si las disputas internas no los llevan a una derrota. En Monagas la oposición como tal no tiene chance, pero “el Gato” Briceño podría mantener su dominio ahora separado del PSUV. Bolívar también viene mostrando símbolos de cansancio con el oficialismo, aunque éste también existe con la figura de Andrés Velásquez, electo ahí por primera vez hace 23 años. En Nueva Esparta la situación también es compleja. El chavismo suele dominar las elecciones nacionales y Morel Rodríguez las regionales, aunque su liderazgo se ha reducido luego de gobernar 14 de los últimos 23 años.

La oposición también llega con opciones en Amazonas, Aragua y el estado Sucre. Liborio Guarulla ganó la gobernación hace apenas dos años, ya separado del chavismo, y busca defender su liderazgo que, al igual que el de Morel, supera la década. En Aragua el triunfo de Richard Mardo sería histórico y un notable éxito para él y su equipo, en un estado tradicionalmente ligado al chavismo y a fuerzas de izquierda (siempre venció el MAS o el chavismo). El resultado del 7O fue contundente a favor de Chávez pero la influencia de Mardo y el desconocimiento de la región por parte de Tarek El Aissami pueden generar la sorpresa.

Algo similar pasa en Sucre. Hernán Núñez ya lideró un gran resultado en 2010 para la oposición en un estado siempre dominado por fuerzas de izquierda ‘radical’. De haberse enfrentado al actual gobernador Maestre, el triunfo opositor sería casi seguro, pero la candidatura de Luis Acuña acerca la victoria al PSUV.

Las demás 9 gobernaciones deberían ser claros triunfos para el chavismo, y la misión de la oposición debe ser reducir las distancias. Según lo expuesto y lo visto en los últimos meses considero que la oposición va a lograr entre 6 y 10 gobernaciones, aunque caerá en Carabobo. Eso sí, todo dependerá de la movilización y de cómo impacte la enfermedad de Chávez al electorado, el cual puede reaccionar mucho más cohesionado en ambos bandos, algo que al final favorece al chavismo.

lunes, 22 de octubre de 2012

Una ventaja insalvable



La verdad es que los opositores nos dejamos llevar por los mejores símbolos de los días previos a la elección. Había señales mixtas, algunas buenas pero muchas otras malas, y la amplísima mayoría de nosotros preferimos quedarnos con las buenas y olvidarnos del resto. Así llegamos al 7 de octubre, con la certeza de que íbamos a ganar, de que esta vez sí sería vencido en las urnas el Presidente Chávez, y la verdad es que ni se nos pasó por la mente la posibilidad de su reelección.

Casi por azar o para no “empavarlo”, la mayoría de los opositores no quisimos manejar ese escenario posible de triunfo del chavismo, y en cualquier caso, si se nos pasaba por la cabeza, era sólo en una cerradísima batalla, en la que Chávez hubiera ganado con poco más de la mitad más uno de los votos.

Ciertamente los aires esperanzadores, no infundados pero quizás sí excesivos, hicieron que la noche del 7 y el amanecer del 8 fueran mucho peor de lo que en otras ocasiones hubiéramos podido esperar, porque, si se hizo todo lo que se hizo, desde las primarias hasta el recorrido pueblo a pueblo de todo el país, ¿cómo es que la diferencia puede ser tal?

La verdad es que el triunfo de Chávez era un escenario que había que plantearse. No era ninguna locura pensarlo y no se debió reprochar o censurar a tantas encuestadoras que así lo asomaban, al menos no a las que anteriormente hemos considerado serias. Que el Presidente obtuviera más de la mitad de los apoyos era algo para lo que debíamos estar mejor preparados en la noche del 6 de octubre, teniendo en mente siempre las ventajas comunicacionales, monetarias y de coacción del gobierno.

Sin embargo, en la jornada electoral hubo un crack. Ese crack que muchos analistas y dirigentes opositores pensaban que se transformaría en una avalancha de votos para Capriles, y que sellaría su triunfo por más de un millón de ventaja, fue en verdad un crack favorable al gobierno, que mostró su poderío real, el cual sobrepasó a cualquier acción o plan opositor, con una maquinaria ilegal e inalcanzable para cualquier partido que no esté en el gobierno, y para cualquier partido de gobierno en una democracia más sana que la nuestra.

Lo que el PSUV y sus aliados movieron el 7O no fueron cientos de miles de voluntades poco convencidas que necesitaban un “remolque” para acercarse a su centro, sino cientos de miles de personas que seguramente no pensaban votar (de ahí la sorprendentemente baja abstención) o que pensaban hacerlo por el candidato opositor. De hecho, es un error decir que el 7O se movilizó el PSUV, cuando la movilización fue de toda la fuerza del Estado, esa que la Constitución le confiere para ser usada en bienestar de todos y a la cual todos contribuimos con los impuestos.

El crecimiento tan notable de la participación (casi seis puntos porcentuales entre la elección presidencial de 2006 y esta) es la clave para el triunfo abrumador del gobierno. Éste movilizó no sólo a sus militantes fieles o seguidores "light", sino también a centenares de miles de personas que habitualmente no participan o que no tenían pensado hacerlo nuevamente por la opción del chavismo. Centenares de miles de personas que están amarradas al gobierno en una relación de supervivencia, a través de las misiones (sobre todo la más reciente Gran Misión Vivienda Venezuela), a través de los refugios o desde las cárceles.

Quizás falten más testimonios para poder verificar en detalle esta situación, pero si bien el grito de fraude es una ridiculez de unos pocos que no quieren aceptar la realidad, es también ridículo pensar que vivimos en el sistema democrático más limpio del planeta, cuando la ventaja de un candidato es absolutamente inalcanzable para el otro, sea cual sea la ley que esté escrita, el dinero que éste recabe o los recorridos que haga por el país. Sólo el candidato-gobierno tiene acceso (ilegítimo) a los recursos para desplegarse por todo el país, los vehículos para movilizar, las armas para amenazar, y sobre todo la oferta de promesas (listas de espera por vivienda en mano) para coaccionar.

El resto es complementado por el sistema electoral y los discursos flotantes de la última década: miedo a que el voto no sea secreto, miedo a la captahuellas y las dudas que genera, o el hecho simple de que un candidato esté claramente en la parte alta del tarjetón y el otro claramente en la parte baja (miedo a ser visto marcando el lado que no es), e incluso los cambios a última hora que hacían nulo un voto a una persona a pesar de estar viendo su nombre y su rostro.

Esta serie de irregularidades, múltiples, diversas y claramente influyentes, puede que, sin embargo, no hayan determinado el resultado. Puede ser que sin este despliegue del chavismo el 7 de octubre el triunfo hubiera sido de todas maneras para Chávez, aunque sin duda tal accionar fue clave para que hayamos visto unos resultados tan abultados.

Los gritos de fraude son inoportunos y errados, sobre todo en la forma en que son transmitidos. Alimentan el miedo en una parte de la población que, como vemos, puede ser determinante. Fraude no fue lo que pasó en la reciente elección presidencial. A nadie le revelaron el secreto del voto, ninguna máquina volteó ningún resultado ni fueron creados dos millones de electores ficticios. Más de 8 millones de individuos acudieron a su centro electoral y marcaron la opción de Chávez. El problema radica en cuántos lo hicieron con esa voluntad, cuántos votaron por él libremente y cuántos que no pensaban acudir a su centro, fueron coaccionados a ir.

El agrado de buena parte de la ciudadanía (no necesariamente la mayoría) por el Presidente se mantiene, de eso nadie debe tener dudas. La pregunta que quedará sin respuesta es si una mayoría de venezolanos que la noche del 7 de octubre habían efectivamente votado por Chávez, pensaban hacerlo la noche anterior.

El resto es historia. La oposición está y probablemente seguirá acorralada, con la posibilidad de hacer reclamos pero sabiendo que éstos no serán remediados. Criticando en su justa medida al CNE y al sistema electoral, pero con la necesidad de seguir llamando a votar y a defender el voto, cada vez con más vehemencia para superar los cada vez más grandes obstáculos que todo el Estado coloca para mantener a un mismo grupo en el poder. No queda otra.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Guerra Sucia


Publicado en www.blogsdepolitica.com (España)

Seguramente una proporción muy grande de quienes alrededor del mundo están interesados en la política venezolana, al día de hoy piensan y están convencidos de que el próximo 7 de octubre, Hugo Chávez será electo, una vez más, Presidente de la República Bolivariana. Basarán tal convencimiento en las noticias que llegan desde el norte de Sudamérica: encuestas que le dan amplia ventaja, dirigentes opositores que salen públicamente a criticar al candidato Capriles Radonski, partidos que le retiran su apoyo o aliados cercanos atrapados en presuntos casos de corrupción.

Nosotros, dentro de la propia Caracas, no podemos ir vehementemente en contra de tal convencimiento exterior, y es posible que incluso algún grupo de personas que no piensa votar por Chávez, crea igualmente que él volverá a ser el ganador. Sin embargo, la realidad está muy lejos de ese gran show que ha montado el chavismo durante esta campaña electoral, la más dura que ha tenido que enfrentar, en la que se juega su futuro y por la que ha arreciado sus conocidas estrategias de guerra sucia.

Como ya lo mencionamos en un post anterior, las encuestas en Venezuela no parecen funcionar para determinar lo que ocurrirá en dos domingos. Hay encuestadoras aliadas del gobierno, que no son transparentes con sus funcionamientos, que basan su existencia en declarar vagos números en los canales del Estado (totalmente dominados por el partido de gobierno, PSUV) y que son dirigidas por antiguos funcionarios o asesores del gobierno de Chávez. Son esas las que le dan una ventaja sólida al candidato oficialista, y son las que muchas veces vemos reseñadas en el exterior.

Están otras, más respetadas, que a pocos días de la elección siguen mostrando un altísimo porcentaje de indecisos, algo que no se ve muy a menudo, mucho menos en una elección tan polarizada como la venezolana. Esas también le dan ventaja a Chávez aunque siempre lo han colocado por debajo del 50% de los apoyos y su número de indecisos es mayor a la diferencia entre los dos candidatos.

Finalmente están las menos sonoras, que le dan una leve ventaja a Capriles y cuyos números parecieran mucho más cercanos a la realidad que vive el país desde 2010, cuando la oposición obtuvo más votos que el gobierno.

Pero los verdaderos ataques han sido otros. Desde el 3 de septiembre el oficialismo a través de sus medios (que oficialmente son ‘de todos los venezolanos’), lleva adelante una campaña de desprestigio hacia la oposición y su abanderado. Si bien esa ha sido la base de su programación por años, la evidente paridad en esta elección los ha llevado a otro nivel: buscar propios dirigentes de oposición que critiquen las posturas de Capriles.

Así han desfilado David De Lima (ex gobernador, desaparecido de la primera línea política por años), el diputado William Ojeda (quien denunció en febrero pasado que había ocurrido un fraude en las elecciones primarias para la alcaldía del Municipio caraqueño de Sucre), y el abogado constitucionalista Hermán Escarrá. A los tres los unen varios detalles: fueron en algún momento parte del chavismo, han tenido rencillas internas con dirigentes opositores, en sus declaraciones no rompen con Capriles y su equipo y se muestran ambiguos ante el 7O, y lo más importante, sus críticas van dirigidas hacia un documento no oficial, que dicen ellos es el plan secreto de un posible futuro gobierno, pero que contradice todos los planteamientos que ha llevado la oposición por el país desde febrero pasado.

Curiosamente, tal documento “oculto” es una copia del guión que ha utilizado el chavismo por años para infundir miedo entre el electorado: privatización masiva de todas las empresas del Estado, despido de trabajadores públicos, cierre de programas sociales. Un plan absolutamente innecesario en la Venezuela de bonanza petrolera en la que vivimos, y que ni el más torpe dirigente político se atrevería a redactar.

Luego apareció la más reciente creación del gobierno y sus medios: una grabación de un diputado opositor recibiendo dinero en efectivo de un empresario en un apartamento, tras una breve conversación sobre la campaña. Poco o nada se ha hablado de que tal grabación (con 3 cámaras) y su divulgación vayan en contra de la Constitución, ni de por qué el gobierno esconde la identidad del interlocutor. Tampoco se ha hablado de que lo que hace el diputado no es, al menos de entrada, ilegal: en Venezuela el Estado no aporta dinero a las campañas por lo que todo el dinero que se usa es privado, y en ningún momento el diputado comenta en el video que decidirá algo a cambio de tal respaldo monetario. Aun así, la Opinión Pública juzgó al parlamentario en desgracia y el oficialismo lo trata como un claro criminal corrupto, supuesta muestra de lo que ocurriría en el país de ganar Capriles.

Es cierto que aun dentro del país y analizando todas las encuestas no se puede negar la posibilidad de triunfo de Chávez, pero también parece claro que estos ataques del oficialismo no se tendrían que dar si su ventaja a estas alturas fuera de 25 puntos porcentuales. El problema del gobierno actual es que su candidato, el siempre enérgico e incansable Chávez, sigue muy disminuido por su reciente cáncer, y aunque tal tema ni siquiera se mencione, es claro protagonista de la campaña por las pocas apariciones del Presidente, sus cortos discursos y los frecuentes días en los que no se le ve.

Un contraste demasiado notable con Capriles, quien, a sus 40 años, ha recorrido nada menos que 270 pueblos desde el pasado 1ro de julio, en los que ha caminado, trotado, montado a caballo, sufrido con el sol y la lluvia, en un agotador esfuerzo por superar la maquinaria comunicacional y económica del chavismo, con 14 años de mandato en una democracia cada vez más débil.

¿Quién ganará? No lo puedo adelantar, pero es muy claro que la distancia será corta, mínima quizás, y que demostrará las dos claras mitades en las que se divide el país, con una oposición que ha ido en constante aumento electoral desde 2006, y un chavismo en decadencia, víctima de su sectarismo e ineficiencia, en un país que se inunda tanto de petróleo como de asesinatos, problemas eléctricos e inflación.

jueves, 30 de agosto de 2012

Cuando la pantalla da para todo


Es una respuesta conocida, repetida en cada acontecimiento que no cumple plenamente las expectativas del chavismo gobernante. Una negación inicial ante cualquier rumor, noticia o acusación de error cometido, seguida por la búsqueda de algún culpable externo para explicar tal fallo, complementada por un aluvión de declaraciones que contradicen que tal error haya sido determinante, y una campaña mediática llena de imágenes simbólicas para mostrar que ya todo pasó.

Así ha “resuelto” el gobierno nacional los problemas en la última década y así ha sabido mantener sus altos niveles de popularidad. Es por eso que la inseguridad reinante en el país no pasa la factura que debería a los dirigentes. Han intentado hacerla pasar desapercibida o achacarla a gobernadores regionales, han puesto en televisión decenas de detenidos por el CICPC y nuevas patrullas policiales, y se han reído ante las cifras que comparan a Caracas con Ciudad Juárez.

El uso mediático para desmentir la realidad y crear otra ha servido desde 2002, cuando, según la versión oficialista, todo lo acontecido en abril tuvo que ver con algunos pocos miembros de la Policía Metropolitana, sentenciados judicialmente en un caso plagado de irregularidades por las muertes de sólo algunos de los 19 fallecidos violentamente aquel día, pero que ha sido suficiente para que el Presidente Chávez y su equipo hayan cerrado la investigación del caso, aunque lo mantengan muy abierto en sus discursos.

Lo mismo que con el paro de ese año. La paralización de la industria petrolera se negó hasta que fue posible (“Excesivamente normal” según decía JVR), fortalecida con videos de decenas de autobuses en el centro de Caracas. Luego, el señalamiento de terrorismo, saboteo, golpe, sin búsqueda de diálogo o solución del problema de fondo.

La estrategia se ha repetido más recientemente con los problemas eléctricos, la inflación, el desabastecimiento e incluso con la enfermedad de Chávez, que varios ministros negaron hasta horas antes de que el propio Presidente apareciera en cámara admitiéndola, y muchos al día de hoy la han querido dejado en el olvido, cuando se sigue sin saber exactamente qué fue lo que ocurrió y cuál es el pronóstico médico en el corto, mediano o largo plazo.

Por tanto, no ha sido extraño ver la misma operación mediática y discursiva para reducir la tragedia en Falcón a cualquier cosa menos la responsabilidad del gobierno nacional, el ministro Ramírez o la directiva de PDVSA. Más se centran en la diatriba mediática, las declaraciones de la oposición, o la ventilación de posibles rumores sobre agentes externos en la causa de esta desgracia.

Calculan que con tan buenos actores y tan amplio poder mediático la pantalla da para todo. Por eso es que “la función debe continuar”, para que no prestemos demasiada atención al escenario trágico que se ve en Amuay, a los errores de sus actores principales y los encargados de dirigir la obra, y pasemos a comentar la siguiente escena, la siguiente negación, el siguiente culpable externo y la más reciente puesta en escena.

El problema está en que el público parece impacientarse cada vez más, y aburrirse al ver una y otra vez el mismo espectáculo en tarima, sobre todo en estos últimos meses cuando las funciones se suceden con tanta rapidez. Queda ver si el 7 de octubre se le renueva o no una nueva temporada al espectáculo más largo en los últimos ochenta años de historia venezolana.

martes, 28 de agosto de 2012

La particular campaña electoral venezolana


Publicado en www.blogsdepolitica.com


Menos de dos meses faltan para las elecciones presidenciales en Venezuela y todavía las encuestas parecen ser poco útiles para anticipar lo que ocurrirá el 7 de octubre. Y no es porque sus resultados no nos gusten o parezcan poco confiables, sino por la amplia (amplísima) diversidad de cifras que los sondeos muestran.

Al candidato opositor, Henrique Capriles Radonski, se le da entre 23 y más de 50% de los respaldos, dependiendo de la empresa que se consulte, distancias que se reducen en el caso del actual Presidente Hugo Chávez, aunque sus números también pasen de una arrolladora victoria a una estrecha derrota.

Y el de las encuestadoras no es el único símbolo de la particularidad de lo que ocurre en la Venezuela de los últimos años. El Consejo Nacional Electoral (CNE), organismo encargado de organizar y regular las elecciones, ha mantenido una disputa con Capriles por una gorra con los colores de la bandera que el líder opositor ha venido usando. Dicen que viola el reglamento electoral y le da ventajismo en la campaña. Mismo ventajismo que desde el partido de gobierno dicen que tiene la oposición en los medios de comunicación, aun cuando Chávez realice varias transmisiones televisivas y radiales semanales de carácter obligatorio.

Resulta particular también ver cómo el partido gobernante desde hace 14 años, con amplio dominio del Parlamento Nacional y la mayoría de los gobiernos regionales, quiera seguir hablando de cambio, de una revolución todavía incompleta y que debe mantenerse para consolidar el rompimiento definitivo con un pasado que relacionan con el candidato opositor.

Éste a su vez, busca asumir el lenguaje de la novedad y usa en buena medida las estrategias que llevaron a Chávez al poder en 1998. Capriles recorre incesantemente todo el país con un plan catalogado “pueblo por pueblo”, en el que transita calles, toca las puertas de las casas y conversa con los ciudadanos más desfavorecidos, en distintos rincones del país.

Sabe que el Presidente, aunque asegure estar plenamente recuperado de sus dolencias por el cáncer que viene sufriendo desde hace más de un año, está limitado en su accionar y apenas se le ve dos o tres veces por semana en actos de campaña menos acalorados de los que nos tenía acostumbrados, montado en tarimas o en camiones que lo mueven por las calles, siempre alejado de las personas que el joven Capriles puede tocar.

Sin embargo, a pesar del tiempo y de las carencias, en la particular Venezuela, los recursos generados por la exportación de petróleo mantienen a Chávez con amplias opciones de llevarse el triunfo el 7 de octubre, y de cualquier manera sus niveles de popularidad son impensables en otros rincones del planeta, para un mandatario con casi década y media en el poder.

lunes, 23 de julio de 2012

Los indecisos siempre deciden


Existen muchas y muy claras diferencias entre los dos procesos electorales presidenciales que por el resto del año mantendrán la atención del escenario político internacional. Desde el propio sistema de elección, a las normas que rigen la campaña, a las propuestas de los candidatos, así como las realidades de Estados Unidos y Venezuela.

Mientras, por ejemplo, las propagandas televisivas en nuestro país están fuertemente reguladas y controladas por las autoridades electorales, en Estados Unidos la norma dicta que los canales de televisión tienen prohibido no transmitir un espacio que haya sido comprado por los comandos de los dos principales candidatos. Los medios no pueden censurar las propagandas en televisión, sea cual sea su contenido.

Así como en Venezuela, el candidato de la oposición intenta contrarrestar el amplísimo poder económico y mediático del presidente en funciones, en el norte es el candidato-presidente el que solicita, casi ruega, a sus seguidores que donen más y más dinero a su campaña, ya que su oponente está obteniendo más recursos. En junio, Obama recaudó 72 millones de dólares, por los más de 100 que obtuvo en donaciones el Republicano Mitt Romney.

Como estos ejemplos, muchos más dan cuenta del contraste entre una sociedad y otra, su cultura política y democrática. Sin embargo, a menos de tres y cuatro meses de las jornadas electorales (7 de octubre y 6 de noviembre), Capriles y Chávez, Obama y Romney, tienen una misión en común: conquistar a los indecisos.

Se les puede llamar ni-ni, independientes, no alineados, se les puede criticar por no mantener una postura firme o no estar al tanto de lo que ocurre en su país, o más bien alabar por no ser ciegos fervientes de una tendencia. Sea cual sea la opinión del lector, es este pequeño grupo de ciudadanos el que decidirá estas dos elecciones. Y ese rol no es algo novedoso.

Principalmente en democracias tan polarizadas como la estadounidense o la venezolana, en donde dos partidos, candidatos o tendencias dominan prácticamente todo el espectro político, se da la situación de que cada grupo tiene en torno a un 40% del electorado a su favor. Un 40% que no se moverá, que tras tantos años de debates, peleas y situaciones de tensión y polarización, no va a cambiarse de lado de un momento a otro, y su voto se quedará con su candidato, a pesar de que éste pueda no convencerlo del todo.

Tal mínimo de 40% para cada bando se ha dado en Venezuela desde el Referéndum de 2007, y en las presidenciales de Estados Unidos se repite desde 1976 (a excepción de 1992 cuando hubo un tercer candidato). Entonces, la casi totalidad de las personas que se movilizan en las calles, que debaten en los medios tradicionales o en Internet, o que mantienen intensas discusiones políticas en su casa o en reuniones con amigos, son parte de ese 80% que tiene su voto bastante claro. Por lo general son votantes ideológicos o partidistas, que se identifican claramente con lo que respaldan y/o rechazan abiertamente lo que propone el bando contrario.

Fuera de este grupo mayoritario queda el grupo decisivo. Ese aproximado 20% que por lo general (aunque está claro que no siempre), no sigue demasiado la política, que se enfoca en sus asuntos personales, en su día a día y rechaza los agotadores debates partidistas. También están ahí los que tanto en Venezuela como en Estados Unidos están decepcionados con todas las opciones y ven que “son más de lo mismo”, y que gane quien gane “no va a cambiar nada”.

Ese grupo, tan torpemente criticado por algunos fervientes opositores en Venezuela que a través de Twitter dicen “con todo lo que ha pasado ¿cómo puede haber indecisos?”, es al que los candidatos están intentando conquistar. Son ellos los que de alguna manera necesitan todos estos meses de campaña, de eslóganes, de pancartas y de recorridos para convencerse, primero de ir a votar, y segundo de votar por el candidato que intenta ganárselos.

Por eso es que el ni-ni no puede ser el foco del rechazo y la rabia de chavistas u opositores ni de demócratas o republicanos, sino el público clave a conquistar. Porque, como dijo un reconocido comediante televisivo de Estados Unidos, serán esas personas que luego de una larga cola para pedir comida llegan frente a la caja y todavía no saben qué ordenar, las que decidirán el futuro de 28 millones de venezolanos y 310 millones de estadounidenses.

viernes, 4 de mayo de 2012

Sarkozy y la derrota del extremismo


Todo apunta a que este domingo, Nicolas Sarkozy será derrotado en las elecciones presidenciales de Francia. Así lo han señalado las encuestas desde hace meses, y ni la campaña electoral ni los resultados de la primera vuelta parece que van a cambiar el vencedor definitivo.

No era trabajo fácil para Sarkozy vender a sus ciudadanos que su trabajo al frente de la Republica ha sido exitoso, pero además, considero, no ha usado la mejor estrategia para hacerlo.

El actual presidente francés radicalizó su discurso desde que comenzó su campaña a la relección. Sabía que la extrema derecha, con Le Pen como líder, tendría un importante respaldo, y se lanzó a su búsqueda.

Tras la primera vuelta, el 18% de los votos obtenidos por el extremista Frente Nacional demostró que fue poco lo que Sarkozy le pudo robar y sin embargo, el candidato de la UMP siguió su conquista de la extrema derecha.

La cuenta matemática parecía darle razón: sumando los porcentajes de “Sarko” y Le Pen en la primera ronda se llega cerca del 50% (45,08% para ser exactos) de voto necesario para continuar al frente de Francia. Pero la cosa no es tan simple.

No sólo los votos por lo general no se trasladan automáticamente de un candidato o partido a otro distinto, sino que Le Pen, el Frente Nacional y la extrema derecha no son un movimiento político cualquiera.

Más allá de su aparente xenofobia y discurso anti inmigración y "euroescéptico", el 18% de votantes que respaldó a este grupo está harto. Harto del sistema, harto de la democracia representativa, harto del estado de bienestar, harto del dominio de Bruselas (y de Berlin) sobre la gloriosa republica francesa. Está harto de Sarkozy, de su partido, de Hollande, de Bayrou y de cualquier otro representante del sistema dominante.

Así pues, era esperado el llamado de la abanderada de la extrema derecha, Marine Le Pen a la abstención en la segunda vuelta. Su supuesta cercanía ideológica con el actual presidente no quiere decir que sea el siguiente que más le agrade, ya que para ella y sus seguidores, él también es culpable de la realidad en la que está sumido su país y el continente entero.

Sarkozy parece haberse equivocado al buscar su triunfo en un sector del cual solo recibirá un ligero respaldo, y abandonar por completo un territorio mucho más provechoso y amplio como es el centro (que trasciende del 9% que votó por Bayrou, candidato del partido de centro).

François Hollande, un socialista moderado y poco llamativo recibirá los votos de toda la izquierda y de todo aquel que espera algún cambio en el país, venga del centro o incluso de la derecha moderada, molesta con el giro radical de su actual mandatario.

Todo apunta a que el lunes habrá nuevo presidente de la Republica de Francia, y Merkel tendrá un compañero de baile distinto, y algo más incómodo, con el cual negociar y acordar de ahora en adelante el futuro económico de Europa.

martes, 28 de febrero de 2012

La oposición y sus partidos

Si bien es cierto que la discusión política de momento se centra en torno a la enfermedad del presidente y toda la incertidumbre que rodea el entorno oficial, creo que es importante que la oposición siga haciendo su trabajo, como lo ha venido haciendo, y se enfoque en su propia estructura, preparándose para los distintos escenarios que se aproximan.

Las primarias fueron precisamente la confirmación de tal actitud: la oposición planificó y ejecutó el trampolín ideal para alcanzar la presidencia de la República, sin prestar atención a amenazas, insultos, desprestigios y demás, colocando esta elección como punto clave en la agenda, sin que eso implicara el abandono de otros espacios (aunque la actitud en la AN no fue la correcta).

Por eso creo justo hacer una valoración de qué dejaron los resultados para los liderazgos y (aunque no hubiera tarjetas) para los partidos políticos.

Decir que el 12F fue la sepultura de Acción Democrática y COPEI es, cuando menos, una exageración. Si sólo se ve la imagen global del candidato presidencial y los candidatos a gobernadores, es claro que AD sufrió y mucho, empezando por el pecado original de admitir que no había en sus filas ningún líder lo suficientemente fuerte como para ser nominado a la presidencia.

Luego, sin duda que le dolieron las derrotas de importantes liderazgos regionales, la mayoría diputados, que cayeron ante viejos camaradas, ahora independientes o fundadores de proyectos pequeños. Fue tal el caso en Cojedes, Apure y Monagas, al menos.

Sin embargo, viendo las letras pequeñas, se nota que AD sigue siendo fuerte en donde una buena organización y una ‘maquinaria’ dan frutos. En más de sesenta municipios el vencedor para la candidatura a la alcaldía fue un miembro de la tolda blanca, muy por encima de cualquier otra formación. Ahí el punto clave del partido que dirige Ramos Allup para la oposición: sigue fortalecido en zonas donde oposición tiene pocos ojos, donde no penetra la fuerza mediática, y donde la adscripción a un partido sigue siendo importante.

Algo similar, y de manera sorprendente, ocurrió con Copei. Un partido que vive una larga crisis, dividido y casi intervenido por el TSJ, logró hacerse con dos gobernaciones y unas treinta alcaldías, manteniendo su hegemonía en la región andina, y gran relevancia en Falcón y Aragua.

Caso distinto es el de Primero Justicia. No cabe duda que los aurinegros mantienen el más constante aumento entre las filas opositoras desde las elecciones regionales de 2008, y su fuerza en Miranda, Caracas, Aragua y algunas zonas de Anzoátegui es muy importante.

Pero de ahí a formar (como partido) una organización fortalecida a nivel nacional hay mucho trecho. Las alrededor de 40 alcaldías (no son cifras oficiales) ganadas por simpatizantes de PJ hablan más del liderazgo de Capriles y sus claves alianzas en las regiones, que de la propia fuerza del partido. Esto se demuestra a nivel estadal: Ocariz y Mardo son los únicos candidatos propios de PJ que resultaron vencedores, por otros seis más abanderados del Comando Tricolor.

Y es que el verdadero vencedor del 12F fue el liderazgo de Capriles, propio de un país con organizaciones políticas todavía muy resquebrajadas, pero con amplia penetración mediática y ávida de liderazgos personales. Las características propias del gobernador de Miranda sumadas a sus estratégicas alianzas con ‘caudillos’ regionales como Velázquez, Lippa, Graterol y Henri Falcón, lo consolidaron como figura nacional y no dejaron lugar a dudas sobre el nuevo liderazgo que asoma en el país.

Esto, si bien importantísimo impulso de cara al 7 de octubre, podría no ser suficiente si no se acomoda ese problema de base que es la todavía muy débil estructura partidista existente en la oposición. No se trata de construir desde cero un gran partido político en este momento, sino en consolidar lo que funcionó, tanto en el Comando Tricolor, como en las zonas (muchas de ellas pequeñas poblaciones) que ganaron AD o COPEI, o el dominio que siguió mostrando UNT en el Zulia.

Esa organización y movilización que se resume en ‘la maquinaria’ será fundamental para un resultado positivo en la presidencial, más allá de la salud del presidente Chávez.

viernes, 10 de febrero de 2012

Ganadores y Perdedores

Las elecciones primarias de este domingo tienen varias características particulares. Serán un acontecimiento casi inédito en el país, por tratarse de la escogencia de los abanderados de una de las agrupaciones políticas de Venezuela, en la que podrán participar todos los ciudadanos, y serán también unas primarias (probablemente) con una participación por encima del promedio que se ve en este tipo de eventos alrededor del mundo.

Para la oposición serán el punto más alto en un trabajo progresivo de al menos cuatro anos, en el que ha estado consolidando la Mesa de Unidad Democrática, órgano vital para poner orden en más de una decena de partidos con ideologías, liderazgos, puntos de vista y formas de acción muy diferentes.

Para el país será también fundamental tener, quizás por primera vez en mucho tiempo, a un ‘contra líder’, un verdadero vocero de la oposición, cuyas declaraciones sean la ‘opinión oficial’ de esa amplia parte de la población que quiere algo distinto al chavismo, y que detrás de él o ella agrupan sus esperanzas e ilusiones para generar cambios políticos.

Ahora bien, cualquier resultado electoral deja siempre muchas consecuencias. Obviamente, quien triunfe será el máximo vencedor, sobre quien caerán amplísimas responsabilidades y seguramente también un lugar en la historia del país. Sin embargo, entre los vencidos puede haber también grandes triunfos.

Todo apunta al triunfo de Henrique Capriles Radonski, por lo que si al final no es él el vencedor de las primarias, sufriría una dolorosa derrota e iniciaría un camino lleno de incertidumbres. Claro que si su derrota se diera en el marco de una baja participación popular, en el que la aparentemente mágica maquinaria de AD y UNT fuera protagonista, la derrota de Capriles sería una derrota moral para la propia idea de las primarias, y daría un vencedor con cierta ilegitimidad, ya que sería el abanderado para competir contra Chávez, sin ser realmente el favorito de la oposición venezolana.

Si se da un triunfo de Pablo Pérez con alta participación, producto de una remontada no vista por las encuestas, sería sin duda él y sus partidos los grandes potenciados con este proceso, reivindicando la presunta mala imagen de la ‘vieja política’, y las ideas socialdemócratas que tantos anos dominaron en el país.

Una derrota de Pérez con un porcentaje significativo, debería darle a él el empujón para reclamar a lo interno de su partido su relección como gobernador, por encima de las pretensiones de antiguos líderes de ascender a Eveling Trejo. Una derrota de Pérez con un bajo porcentaje de voto, o peor aun, un tercer lugar, aniquilarían cualquier mito de las maquinarias de AD y UNT, y dejarían a Pérez casi en un limbo, ante el ascenso de otros liderazgos jóvenes y una derrota a lo interno de su partido.

Para María Corina todo será triunfo, excepto un porcentaje de voto por debajo del 10%. Es una líder relativamente nueva en el escenario político, que ganó por sorpresa las primarias para ser diputada y ha logrado protagonismo desde el Hemiciclo. Con un 10-15% de respaldo mantendría su fuerza dentro de la oposición, y lideraría la voz de un importante sector de clase media profesional.

Para Arria y Medina la derrota es casi una certeza. Sus triunfos están descartados, y si se cumplen los pronósticos y obtienen un bajísimo respaldo, será otra demostración (la más contundente quizás) de que el país está harto de la confrontación y el radicalismo, y de que el mundo opositor ha evolucionado de la confrontación en sí misma, a la proposición para conseguir una Venezuela diferente.