Publicado en www.blogsdepolitica.com (España)
Seguramente una proporción muy grande de quienes
alrededor del mundo están interesados en la política venezolana, al día de hoy
piensan y están convencidos de que el próximo 7 de octubre, Hugo Chávez será
electo, una vez más, Presidente de la República Bolivariana. Basarán tal
convencimiento en las noticias que llegan desde el norte de Sudamérica:
encuestas que le dan amplia ventaja, dirigentes opositores que salen
públicamente a criticar al candidato Capriles Radonski, partidos que le retiran
su apoyo o aliados cercanos atrapados en presuntos casos de corrupción.
Nosotros, dentro de la propia Caracas, no podemos ir
vehementemente en contra de tal convencimiento exterior, y es posible que
incluso algún grupo de personas que no piensa votar por Chávez, crea igualmente
que él volverá a ser el ganador. Sin embargo, la realidad está muy lejos de ese
gran show que ha montado el chavismo durante esta campaña electoral, la más
dura que ha tenido que enfrentar, en la que se juega su futuro y por la que ha
arreciado sus conocidas estrategias de guerra sucia.
Como ya lo mencionamos en un post anterior, las
encuestas en Venezuela no parecen funcionar para determinar lo que ocurrirá en
dos domingos. Hay encuestadoras aliadas del gobierno, que no son transparentes
con sus funcionamientos, que basan su existencia en declarar vagos números en
los canales del Estado (totalmente dominados por el partido de gobierno, PSUV)
y que son dirigidas por antiguos funcionarios o asesores del gobierno de
Chávez. Son esas las que le dan una ventaja sólida al candidato oficialista, y
son las que muchas veces vemos reseñadas en el exterior.
Están otras, más respetadas, que a pocos días de la
elección siguen mostrando un altísimo porcentaje de indecisos, algo que no se
ve muy a menudo, mucho menos en una elección tan polarizada como la venezolana.
Esas también le dan ventaja a Chávez aunque siempre lo han colocado por debajo
del 50% de los apoyos y su número de indecisos es mayor a la diferencia entre
los dos candidatos.
Finalmente están las menos sonoras, que le dan una
leve ventaja a Capriles y cuyos números parecieran mucho más cercanos a la
realidad que vive el país desde 2010, cuando la oposición obtuvo más votos que
el gobierno.
Pero los verdaderos ataques han sido otros. Desde el
3 de septiembre el oficialismo a través de sus medios (que oficialmente son ‘de
todos los venezolanos’), lleva adelante una campaña de desprestigio hacia la
oposición y su abanderado. Si bien esa ha sido la base de su programación por
años, la evidente paridad en esta elección los ha llevado a otro nivel: buscar propios
dirigentes de oposición que critiquen las posturas de Capriles.
Así han desfilado David De Lima (ex gobernador,
desaparecido de la primera línea política por años), el diputado William Ojeda
(quien denunció en febrero pasado que había ocurrido un fraude en las
elecciones primarias para la alcaldía del Municipio caraqueño de Sucre), y el
abogado constitucionalista Hermán Escarrá. A los tres los unen varios detalles:
fueron en algún momento parte del chavismo, han tenido rencillas internas con
dirigentes opositores, en sus declaraciones no rompen con Capriles y su equipo
y se muestran ambiguos ante el 7O, y lo más importante, sus críticas van dirigidas
hacia un documento no oficial, que dicen ellos es el plan secreto de un posible
futuro gobierno, pero que contradice todos los planteamientos que ha llevado la
oposición por el país desde febrero pasado.
Curiosamente, tal documento “oculto” es una copia del
guión que ha utilizado el chavismo por años para infundir miedo entre el
electorado: privatización masiva de todas las empresas del Estado, despido de
trabajadores públicos, cierre de programas sociales. Un plan absolutamente
innecesario en la Venezuela de bonanza petrolera en la que vivimos, y que ni el
más torpe dirigente político se atrevería a redactar.
Luego apareció la más reciente creación del gobierno
y sus medios: una grabación de un diputado opositor recibiendo dinero en
efectivo de un empresario en un apartamento, tras una breve conversación sobre
la campaña. Poco o nada se ha hablado de que tal grabación (con 3 cámaras) y su
divulgación vayan en contra de la Constitución, ni de por qué el gobierno
esconde la identidad del interlocutor. Tampoco se ha hablado de que lo que hace
el diputado no es, al menos de entrada, ilegal: en Venezuela el Estado no
aporta dinero a las campañas por lo que todo el dinero que se usa es privado, y
en ningún momento el diputado comenta en el video que decidirá algo a cambio de
tal respaldo monetario. Aun así, la Opinión Pública juzgó al parlamentario en
desgracia y el oficialismo lo trata como un claro criminal corrupto, supuesta
muestra de lo que ocurriría en el país de ganar Capriles.
Es cierto que aun dentro del país y analizando todas
las encuestas no se puede negar la posibilidad de triunfo de Chávez, pero
también parece claro que estos ataques del oficialismo no se tendrían que dar
si su ventaja a estas alturas fuera de 25 puntos porcentuales. El problema del
gobierno actual es que su candidato, el siempre enérgico e incansable Chávez,
sigue muy disminuido por su reciente cáncer, y aunque tal tema ni siquiera se
mencione, es claro protagonista de la campaña por las pocas apariciones del
Presidente, sus cortos discursos y los frecuentes días en los que no se le ve.
Un contraste demasiado notable con Capriles, quien, a
sus 40 años, ha recorrido nada menos que 270 pueblos desde el pasado 1ro de
julio, en los que ha caminado, trotado, montado a caballo, sufrido con el sol y
la lluvia, en un agotador esfuerzo por superar la maquinaria comunicacional y
económica del chavismo, con 14 años de mandato en una democracia cada vez más
débil.
¿Quién ganará? No lo puedo adelantar, pero es muy claro que la distancia será corta, mínima quizás, y que demostrará las dos claras mitades en las que se divide el país, con una oposición que ha ido en constante aumento electoral desde 2006, y un chavismo en decadencia, víctima de su sectarismo e ineficiencia, en un país que se inunda tanto de petróleo como de asesinatos, problemas eléctricos e inflación.