A pesar de que la sensación poco optimista reinaba
desde hace algunos días entre los voceros del gobierno, y Caracas se enredaba
en una gigantesca red de rumores, el anuncio oficial de la muerte de Hugo
Chávez tiene un peso significativo en el presente político del país, así como
en su historia.
Además del sentimiento de tristeza y preocupación que
representa para la mayoría (chavistas y opositores respectivamente), deja
claros los actores que a partir de ahora tendrán la responsabilidad de conducir
al país. Ya no habrá manera de refugiarse en Chávez ni habrá otro tema político
que no sea la elección presidencial que debe convocarse.
Nicolás Maduro recibe una situación muy delicada que
debe controlar: no sólo el peso de más de 8 millones de voluntades que recién
en octubre respaldaron a Chávez, sino la paz de un país acostumbrado a estar
dividido, a recibir insultos oficiales y, constantemente, llamados a
enfrentamientos.
En esto, el vicepresidente comenzó mal: sólo 4 horas antes
de oficializar la muerte de Chávez, Maduro le dijo al país que el cáncer del
Presidente podía haber sido generado por sus enemigos, nacionales o
internacionales, declaración irresponsable, sin ningún tipo de pruebas, que
convertiría la muerte del "Comandante" en un asesinato.
Por su parte la oposición debe ser respetuosa: a
pesar de que algunos sientan ánimos de celebrar, el liderazgo debe hacer
entender la delicada hora que atraviesa la patria, llamar a la calma a
seguidores y a gobernantes y exigir, que tras el merecido luto, se llamen a
elecciones, como manda la Constitución: 30 días después de la falta absoluta.
Si esto, por motivos técnicos o burocráticos, no
pudiera cumplirse, se deben alcanzar acuerdos entre las dos partes para que los
comicios se celebren en un plazo prudencial, por ejemplo, entre finales de
abril y mayo.
Una reacción más radical o de júbilo de algún sector
importante de la oposición, sólo caldearía más los ánimos, y alejaría las
opciones de que alguna parte del chavismo moderado respalde a Henrique
Capriles, el más que probable abanderado de la "alternativa
democrática".
Venezuela seguirá, con sus mismos problemas y su
misma realidad, pero no será un futuro inmediato normal. No estará un hombre
que superó los límites de la democracia y asumió un exceso de responsabilidad y
poder dentro del Estado. Maduro probablemente reciba un empujón sentimental muy
fuerte, que lo lleve a vencer en unas inmediatas elecciones, pero el chavismo
no será lo mismo. El juego político cambiará y la población no será con él y su
círculo tan condescendiente como lo fue con Chávez, quien se retira invicto,
sólo superado por Dios y una ilimitada ambición de poder, que evitó que supiera
dar un paso al costado para enfrentar a su rival más fuerte: el cáncer. Paz a
su alma, y paz para Venezuela.
@JDeBastos