Publicado el 19/07/2013 en usahispanicpress.com
En tres meses Nicolás Maduro ha mostrado que su
gobierno no es el mismo que el de Hugo Chávez. Por una parte ha movido algunas
piezas claves del gabinete: sacó a Néstor Reverol del Ministerio del Interior
por Miguel Rodríguez Torres, y le dio a Nelson Merentes el manejo de las
Finanzas del país, en remplazo de Jorge Giordani. También cambio al Ministro de
la Defesa y el Ministro del Despacho de la Presidencia.
Además de algunos nombres, el manejo del país por
parte de Maduro ha tenido ciertas diferencias con su antecesor. Tras la
borrachera electoral de 2012 y el despilfarro que vino con ella, el nuevo
Ejecutivo ha buscado ser más pragmático en materia económica, todavía sin
grandes avances. Ha ventilado el movimiento de dólares con la creación de un
nuevo sistema (el SICAD), ha devaluado la moneda y ha mantenido reuniones con
sectores privados de la economía, generalmente satanizados por Chávez en la
última década.
Previo a la novela de Snowden también buscó mejorar
la relación con Estados Unidos, algo que quedará por ver si el ex contratista
de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) llega definitivamente o no a Caracas,
hecho que nos dirá con certeza si Maduro elige el pragmatismo o la ideología.
Por otra parte la comunicación del Ejecutivo con los
medios ha visto ligeras mejoras. Se ha hecho común ver semanalmente a algún
alto cargo en canales de televisión con periodistas críticos o en amplias
entrevistas en los medios impresos privados, al día de hoy principales refugios
de la prensa independiente. En una de ellas el propio Ministro de Comunicación
e Información, Ernesto Villegas, admitía que él estaba impulsando tales puentes,
necesarios y obligatorios si se quiere una democracia transparente.
Incluso hay diferencias que destacar de la Presidencia
de Maduro en el manejo del conflicto universitario, que ya se extiende por más
de un mes. Recientemente los rectores de las universidades autónomas y las
federaciones de profesores y estudiantes comenzaron a mantener reuniones con el
Ministerio de Educación Universitaria y progresivamente se han logrado algunos
acuerdos. Difícil encontrar algo similar desde 2003.
Pero donde no existe ni el más mínimo acuerdo,
diálogo, apertura o ligereza con sectores críticos u opositores es en el ámbito
político-partidista. Probablemente en este campo la dureza del gobierno electo
el 14 de abril sea mayor de la mantenida por Chávez en buena parte de su
mandato.
Con el conflicto surgido la propia noche electoral,
Maduro y su equipo no han perdido el tiempo para contrarrestar, golpear y
amenazar a la dirigencia opositora, en algunos casos llegando al
encarcelamiento o enjuiciamiento de ciertos líderes.
Al día de hoy existen, como refleja este artículo del
diario El Nacional, investigaciones en la Asamblea Nacional y la Fiscalía en
contra de los 3 (de 23) gobernadores de la opositora Mesa de la Unidad
Democrática; le han sido arrebatadas atribuciones, el presupuesto que les
corresponde llega lentamente e incompleto y a diario surgen nuevos insultos o
amenazas desde los más altos cargos del Estado en contra de Henrique Capriles,
Henri Falcón y Liborio Guarulla, éste último a quien recientemente Maduro llamó
borracho previo a quitarle el control de la policía del estado Amazonas.
En Miranda y Lara han sido creadas gobernaciones
paralelas (llamadas Corporaciones) con mayor presupuesto, y dirigidas
precisamente por los candidatos del PSUV que fueron derrotados por Capriles y
Falcón en diciembre pasado. Al mismo tiempo se han abierto investigaciones en
contra de varios diputados: el Tribunal Supremo de Justicia declaró procedente
el antejuicio de mérito en contra de Richard Mardo, por lo que en la próxima
sesión parlamentaria la mayoría del PSUV podría retirarle su inmunidad y
sacarlo de su curul. También María Corina Machado está siendo investigada por
un audio (hecho público gracias a un espionaje al mejor estilo de Snowden y la
NSA) en el que sobre todo destacan diferencias internas de la oposición, pero
para el Estado representan amenazas a la democracia.
La mayor novedad durante este período, con la que
pocas veces tuvo que lidiar Hugo Chávez, es la lucha diplomática para frenar a Henrique
Capriles en sus giras internacionales. Mucho se ha movido la oposición por
América Latina y Europa para denunciar las irregularidades de la elección
presidencial y la debilidad democrática del país. Capriles logró reunirse con
el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, pero una sarta de insultos en su
contra de parte de Maduro y compañía parecieron frenar las posibilidades del líder
opositor en la región.
Pasado el momento álgido, y justo cuando Maduro y
Santos planean reunirse en la frontera, Capriles vuelve a salir del país a
encontrarse con el Presidente chileno Sebastián Piñera, quien aceptó recibirlo.
Al escribir esta columna desconozco si Ollanta Humala recibirá al candidato
opositor en su paso por Lima, pero en cualquier caso, que la visita de un
dirigente político con amplio respaldo popular desate tales controversias
demuestra que el tema es un punto de honor para el chavismo, que vende a
Capriles como el líder de una secta fascistoide y anti-democrática, cuando al
fin y al cabo tras perder dos elecciones en seis meses, lo único que ha hecho
es protestar un posible fraude ante las instituciones del país, sin llenar las
calles, sin acercarse al Palacio de Miraflores, sin ni siquiera boicotear la
próxima cita electoral.
Recientemente Capriles, Falcón y Guarulla acudieron
ante la Conferencia Episcopal Venezolana, cúpula de la Iglesia con la cual
Maduro también ha tendido puentes, para que facilitara un diálogo entre los dos
bandos políticos. De inmediato Diosdado Cabello, presidente del Poder
Legislativo, respondió: “el asesino fascista Capriles pide diálogo al gobierno.
Jamás hablaremos con quien manda a asesinar al pueblo”, manteniendo el juego
trancado.
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