jueves, 30 de agosto de 2012

Cuando la pantalla da para todo


Es una respuesta conocida, repetida en cada acontecimiento que no cumple plenamente las expectativas del chavismo gobernante. Una negación inicial ante cualquier rumor, noticia o acusación de error cometido, seguida por la búsqueda de algún culpable externo para explicar tal fallo, complementada por un aluvión de declaraciones que contradicen que tal error haya sido determinante, y una campaña mediática llena de imágenes simbólicas para mostrar que ya todo pasó.

Así ha “resuelto” el gobierno nacional los problemas en la última década y así ha sabido mantener sus altos niveles de popularidad. Es por eso que la inseguridad reinante en el país no pasa la factura que debería a los dirigentes. Han intentado hacerla pasar desapercibida o achacarla a gobernadores regionales, han puesto en televisión decenas de detenidos por el CICPC y nuevas patrullas policiales, y se han reído ante las cifras que comparan a Caracas con Ciudad Juárez.

El uso mediático para desmentir la realidad y crear otra ha servido desde 2002, cuando, según la versión oficialista, todo lo acontecido en abril tuvo que ver con algunos pocos miembros de la Policía Metropolitana, sentenciados judicialmente en un caso plagado de irregularidades por las muertes de sólo algunos de los 19 fallecidos violentamente aquel día, pero que ha sido suficiente para que el Presidente Chávez y su equipo hayan cerrado la investigación del caso, aunque lo mantengan muy abierto en sus discursos.

Lo mismo que con el paro de ese año. La paralización de la industria petrolera se negó hasta que fue posible (“Excesivamente normal” según decía JVR), fortalecida con videos de decenas de autobuses en el centro de Caracas. Luego, el señalamiento de terrorismo, saboteo, golpe, sin búsqueda de diálogo o solución del problema de fondo.

La estrategia se ha repetido más recientemente con los problemas eléctricos, la inflación, el desabastecimiento e incluso con la enfermedad de Chávez, que varios ministros negaron hasta horas antes de que el propio Presidente apareciera en cámara admitiéndola, y muchos al día de hoy la han querido dejado en el olvido, cuando se sigue sin saber exactamente qué fue lo que ocurrió y cuál es el pronóstico médico en el corto, mediano o largo plazo.

Por tanto, no ha sido extraño ver la misma operación mediática y discursiva para reducir la tragedia en Falcón a cualquier cosa menos la responsabilidad del gobierno nacional, el ministro Ramírez o la directiva de PDVSA. Más se centran en la diatriba mediática, las declaraciones de la oposición, o la ventilación de posibles rumores sobre agentes externos en la causa de esta desgracia.

Calculan que con tan buenos actores y tan amplio poder mediático la pantalla da para todo. Por eso es que “la función debe continuar”, para que no prestemos demasiada atención al escenario trágico que se ve en Amuay, a los errores de sus actores principales y los encargados de dirigir la obra, y pasemos a comentar la siguiente escena, la siguiente negación, el siguiente culpable externo y la más reciente puesta en escena.

El problema está en que el público parece impacientarse cada vez más, y aburrirse al ver una y otra vez el mismo espectáculo en tarima, sobre todo en estos últimos meses cuando las funciones se suceden con tanta rapidez. Queda ver si el 7 de octubre se le renueva o no una nueva temporada al espectáculo más largo en los últimos ochenta años de historia venezolana.

1 comentario:

  1. Siempre buscarán un argumento que haga que ver que hay un culpable que "no esté" en el gobierno

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