Publicado en usahispanicpress.com 14/06/2013
La Venezuela que Chávez dejó con su muerte hace tres meses fue una dividida, convulsionada y en crisis permanente. Tras catorce años de gobierno lo que quedó fue un gran vacío, más institucional que emocional: las calles se llenaron de pánico ante el anuncio de su desaparición física y aunque había dudas sobre los pasos a seguir para sustituirlo, él se había encargado de nombrar a su sucesor, de acomodar fechas y de estirar las normas constitucionales a su favor.
Chávez también
dejó un inevitable caos económico: el gasto irresponsable para fortalecer su
campaña electoral y las importaciones desenfrenadas para maquillar los
supermercados aseguraban un 2013 de devaluación, inflación y desabastecimiento
como el que se está viviendo hoy.
Lo que no
dejó Chávez fue un partido político fortalecido, una línea de mando clara o una
dirigencia respetada por la ciudadanía. Ese personalismo en exceso que lo
caracterizó ha generado en tres meses hechos que con el "Comandante"
en el poder apenas habíamos visto. Hundimiento electoral, voceros
gubernamentales con opiniones distintas, filtraciones de casos de corrupción y
soborno, y la pérdida del manejo de la agenda del país.
A tres meses
de la muerte de Chávez vemos cada vez más claramente que su gobierno fue él,
mientras el chavismo luce desordenado, intentando convencerse de que están
unidos pero mostrando descoordinación entre endurecer o aflojar la cuerda que
ahoga al país.
Las
repentinas compras del canal de noticias Globovisión y de la Cadena Capriles,
editora del diario más vendido de Venezuela, muestran una estrategia del
gobierno que, más allá de lo que se haga con la economía, busca silenciar el
bullicio interno, la crítica de la calle y las propuestas de los rivales.
El liderazgo
es débil y tiene agujeros por todas partes, pero avanza a paso firme en el
acorralamiento a la libre expresión, la libre divulgación, la libre opinión.
Ahora que la
mano dura, respetada y temida de Chávez no está, los distintos bandos del
chavismo se muestran incapaces de limpiar ‘los trapos sucios’ en casa, por lo
que desde la cúpula se busca limitarles, incluso a ellos, los espacios para
expresarse. Ahora que la crisis económica es imposible de ocultar, se buscan
todas las maneras para que no se expandan las molestias por todo el país, como
si una denuncia en televisión tuviera mayor impacto que la falta de papel higiénico,
o la limitación de compra de productos básicos.
El chavismo
busca acallar esos escándalos que están haciendo más ruido que nunca, y que el
carisma del líder ya no puede aplacar, porque no está claro quién es el líder y
en cualquier caso no tiene tal carisma. El chavismo sabe que perdió los 15
puntos porcentuales de ventaja que les dejó Chávez en un mes previo a la
elección de abril, y sólo teme de pensar qué caudal de votos podría perder
desde hoy y hasta diciembre cuando se celebren las elecciones municipales en
todo el país.
A tres meses
de la muerte de Chávez, es difícil ver una solución positiva o inminente para
los reclamos opositores sobre el presunto robo de la elección Presidencial en
abril, pero está claro que el legado político del Comandante está cada vez más
debilitado y en mayor riesgo de colapso que nunca.
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